Historia de un renacimiento
Cuatro siglos de historia y un milhojas arquitectónico
El sitio Richelieu de la BnF es un auténtico milhojas arquitectónico situado en el corazón del distrito 2 de París, que forma un voluminoso rectángulo con algunos de los edificios más singulares de la ciudad. Al oeste limita con la rue de Richelieu, en cuyo número 58 se encuentra la entrada principal, al norte domina la pequeña rue Colbert, al este se abre a la rue Vivienne, y al sur desemboca en la animada Place des Victoires y en la Avenue de l’Opéra a través de la rue des Petits-Champs. Durante mucho tiempo se lo ha conocido como el «cuadrilátero Richelieu». Desde que las parcelas hortícolas que antaño ocupaban el lugar se destinaron a la construcción, el emplazamiento no ha dejado de inspirar a algunos de los arquitectos más famosos de Francia. El espacio heredó el plano general de la parcela y las grandes líneas de esta cuadrícula rectangular, a la que las generaciones posteriores añadieron las articulaciones, respetando los sólidos y rellenando los vacíos. El lugar, que en 1643 fue el Palacio Mazarin y en 1719 la Compañía de las Indias, permaneció fragmentado mientras estuvo ocupado, pero poco a poco se convirtió en un edificio público, con la instalación de la biblioteca del Rey en 1721, de la Bolsa en 1724 y del Tesoro Público en 1793. Este variopinto conjunto se unificó en el siglo XIX, aunque conservó las huellas de su genealogía.
El palacio de Mazarino
El Hôtel Tubeuf, la parte más antigua del sitio Richelieu
La galería Mansart - galería Pigott
En 1644, Mazarino le encargó un primer gran proyecto de ampliación al arquitecto François Mansart, que renovó la arquitectura clásica y construyó un ala de ladrillo y piedra detrás del Hôtel Tubeuf, a lo largo del jardín de la rue Vivienne. Este nuevo edificio constaba de dos galerías superpuestas, las actuales galerías Mansart y Mazarino, destinadas a exponer la colección de obras de arte del cardenal, uno de los mayores coleccionistas de la Europa de la época. La galería inferior estaba dedicada a la estatuaria antigua.
La galería Mazarin
La galería superior estaba reservada a las mejores piezas de su colección, como Los desposorios místicos de Santa Catalina de Alejandría, de Correggio, que actualmente se conserva en el museo del Louvre. Las decoraciones se encargaron a artistas italianos como Giovanni Francesco Romanelli, que pintó los frescos de la bóveda de la galería superior en 1646-1647. Esta galería, cuya bóveda de 280 m² está aderezada con compartimentos de estuco dorado y con escenas pintadas por artistas italianos, data del siglo XVII. El programa iconográfico se inspira en Las Metamorfosis de Ovidio. En 2018-2019, toda la galería se sometió a una restauración ejemplar, gracias a la cual se dejaron al descubierto alrededor de cincuenta velos de pudor diseminados por los frescos de la bóveda, probablemente ejecutados en la década de 1660. Solo cuatro de estos velos son originales y se han conservado para devolverle a la bóveda un aspecto lo más similar posible a su estado original.
Una biblioteca en un palacio
En 1721 llegaron las primeras estampas de la Biblioteca Real al Palacio Mazarin y se instalaron en la mitad occidental de los edificios puestos a disposición de la Biblioteca por decisión del rey. Este traslado, que en su momento no tuvo gran repercusión, marcó el inicio de una historia indisociable entre la Biblioteca y el palacio, que se convertiría en el «sitio Richelieu» de la Bibliothèque nationale de France.
Nada más instalarse en el palacio, la Biblioteca ya adolecía de espacio. El abad Bignon, bibliotecario del rey, recurrió a Robert de Cotte, arquitecto del soberano, para que realizase las primeras adaptaciones. De Cotte creó tres salas independientes en la planta de la gran galería que discurría paralela a la rue de Richelieu, y completó el ala este del patio de honor, donde en 1735 instaló una nueva galería, la actual sala de lectura de manuscritos y música. En la parte trasera de esta nueva ala construyó también el Pabellón de los Globos Terráqueos, en el que unos años más tarde se instalarían los grandes globos terráqueos de Coronelli, actualmente expuestos en el sitio François-Mitterrand. El arquitecto Jacques V Gabriel continuó con este trabajo construyendo el ala norte del patio de honor y acondicionando el gabinete del rey. A pesar de estas adaptaciones, el espacio seguía resultando exiguo, ya que las colecciones no dejaban de aumentar.
El salón Luis XV
Los medalleros y la mesa fueron fabricados en 1742 por los talleres Verberckt, que figuraban entre los más célebres de la época. La decoración mural consiste en una serie de pinturas que representan a las musas y sus protectores, realizadas por los más destacados artistas de la época, que tenían sus talleres entre las paredes de la Biblioteca Real. En 1742, François Boucher pintó las cuatro sobrepuertas. Los tres entrepaños o paneles situados entre las ventanas fueron realizados por Charles Natoire en 1745. Los tres paneles opuestos los ejecutó Carle Van Loo ese mismo año. El conjunto lo completan dos grandes retratos en majestad, que son copias de obras de Hyacinthe Rigaud: un retrato de Luis XV, que es una copia de época realizada por los talleres reales, y una copia del siglo XIX del retrato de Luis XIV. Los marcos de los cuadros, de madera dorada, también datan del siglo XVIII.
Un palacio superado por sus colecciones
Desde mediados del siglo XVIII, la Biblioteca Real adoleció de una creciente falta de espacio. El arquitecto del rey, Étienne-Louis Boullée, intentó solucionarlo en 1785 con un ambicioso proyecto que nunca se llevó a cabo, pero con el que ya se vislumbraba una biblioteca moderna, dotada de una gran sala de lectura y de un espacio centralizado de conservación de las colecciones. Por desgracia, la Biblioteca se quedó atrás rápidamente. Las colecciones crecieron a un ritmo vertiginoso con las incautaciones revolucionarias, llegando a duplicarse en veinte años, sin que se dedicase a la Biblioteca el más mínimo espacio adicional. Y la recuperación de obras continuó…
Los escasos edificios adicionales, como la galería Mansart y el Hôtel Tubeuf, que la Biblioteca logró anexionar, no resultaron suficientes para albergar las colecciones cada vez más numerosas. Tras treinta años de dilaciones sobre la conveniencia o no de trasladar la Biblioteca, la comisión presidida por Prosper Mérimée decidió finalmente en 1857 mantenerla donde estaba y emprender grandes obras, encargadas al arquitecto Henri Labrouste.
Labrouste o el nacimiento de una biblioteca moderna
Por iniciativa del arquitecto Henri Labrouste, la Biblioteca entró en la era moderna con un nuevo concepto que separaba físicamente las zonas de conservación (depósitos) de las zonas de consulta (salas de lectura) y de servicio destinadas al personal (vestíbulo y hemiciclo). Los edificios de Labrouste reflejan la necesidad de racionalizar la gestión y la conservación de las colecciones. A la gran sala de Trabajo –actual sala Labrouste– se contrapone el depósito central, a través del cual se introdujo el principio de concentración y centralización del almacenaje de las colecciones impresas. A diferencia de sus predecesores, Labrouste ya no pretendía adaptar la Biblioteca al Palacio Mazarin. En su lugar, quería convertir el palacio en una biblioteca verdaderamente moderna y dotarlo de una fuerte identidad urbana, aunque ello supusiera demoler algunos de los edificios históricos, como la gran galería del Hôtel de Nevers. Labrouste fue quien le aportó al sitio su configuración actual, centrada en el eje norte-sur.
La sala Labrouste
Esta sala, catalogada como monumento histórico desde 1983, fue construida entre 1861 y 1868 y constituye la obra maestra del arquitecto Henri Labrouste. Desde 2016, es la sala de lectura de la biblioteca del Instituto Nacional de Historia del Arte (INHA).
El arquitecto retoma el principio de una estructura metálica, que ya se había probado en la biblioteca Sainte-Geneviève, y que en este caso evoca el Oriente bizantino. La sala está iluminada por nueve cúpulas, revestidas de losetas de barro, que difunden una luz uniforme por todo el espacio. Estas cúpulas descansan sobre arcos de hierro calado sustentados por 16 finas columnas de hierro fundido, que contribuyen a la extraordinaria ligereza del espacio. El perímetro de la sala se encuentra aderezado por 36 medallones de hombres y de «una mujer» de letras de todo el mundo, como Homero, Cicerón, San Agustín, Cervantes, Shakespeare, Corneille, Racine y Madame de Sévigné.
Cuando se inauguró en junio de 1868, la sala les brindaba a los lectores todo el confort moderno. Por primera vez, disponían de una sala con calefacción, ¡con tuberías que pasaban por debajo de cada mesa y llegaban directamente a sus pies! Cada puesto disponía también de un perchero para colgar la chaqueta y de un tintero.
Sin embargo, no estaba permitida la iluminación artificial con gas para evitar cualquier riesgo de incendio. Por ello, los horarios de apertura variaban a lo largo del año, en función de la luz diurna.
Una incesante búsqueda de espacio
Jean-Louis Pascal y la sala Oval
A pesar de los importantes trabajos realizados por Henri Labrouste en el siglo XIX, la Biblioteca seguía sin poder satisfacer sus necesidades de espacio, en parte debido al ingente crecimiento del depósito legal –obligación desde 1537 de depositar en la Biblioteca copias de todos los documentos publicados en Francia– y a la llegada masiva de publicaciones periódicas y prensa, y en parte debido a la creación de departamentos especializados como el de Manuscritos y Estampas, que aún no disponían de instalaciones de consulta modernas. Como nuevo administrador de la Bibliothèque nationale en 1874, Léopold Delisle perpetuó la política de modernización de la institución y le encargó al arquitecto Jean-Louis Pascal, sucesor de Henri Labrouste, la finalización del patio de honor y el acondicionamiento de una nueva sala de lectura para el departamento de Manuscritos. La conquista del «cuadrilátero», es decir, de todos los edificios que actualmente constituyen el sitio Richelieu, se completó con la adquisición de los últimos edificios del cuarto noreste, en la esquina de las calles Colbert y Vivienne en 1882, seguida de la construcción de nuevos edificios en su lugar, entre ellos la sala Oval. Actualmente, la Biblioteca se encuentra aislada de los edificios circundantes.
Michel Roux-Spitz
Después de Jean-Louis Pascal, fue Michel Roux-Spitz, bajo la dirección del administrador Julien Cain, el encargado de seguir modernizando y adaptando el sitio para responder al permanente aumento de las colecciones. A partir de la década de 1930, emprendió un ambicioso programa de densificación del «cuadrilátero» del suelo al techo, creando un auténtico «tejido» arquitectónico en el interior de los edificios existentes. Spitz densificó las plantas históricas del depósito central construido por Labrouste, creó nuevos sótanos y reestructuró el Hôtel Tubeuf para destinarlo a los departamentos de Estampas y de Mapas y planos. Finalmente, en 1954-1955, sobreelevó de manera espectacular el depósito central añadiéndole cinco pisos. A pesar de estos trabajos, el espacio siguió resultando insuficiente y las posibilidades de densificación del «cuadrilátero» pasaron a quedar limitadas, puesto que en los años 1970, las llegadas por depósito legal alcanzaban los tres kilómetros al año. La Biblioteca resultaba asfixiante.
El futuro del sitio Richelieu
Al mismo tiempo, comenzó la historia del proyecto de renovación del sitio Richelieu. Desde el momento en que se tomó la decisión de trasladar al nuevo sitio todas las colecciones de los departamentos de imprenta y audiovisual, se planteó inevitablemente la cuestión de la necesaria y profunda reorganización del sitio Richelieu y de las colecciones destinadas a conservarse en este: artes escénicas, mapas y planos, estampas, manuscritos, monedas y medallas, música y fotografías. Rápidamente se decidió dedicar el sitio Richelieu a la historia de las artes y del patrimonio. A los departamentos especializados de la BnF se añadieron progresivamente la biblioteca del Instituto Nacional de Historia del Arte y la biblioteca de la Escuela Nacional de Mapas.
Las décadas de 1970 y 1980 supusieron un período difícil para la Biblioteca que, con recursos limitados, intentaba satisfacer por igual las exigencias de conservación y de los lectores. En el informe del antiguo director de la administración general del Ministerio de Cultura, Francis Beck, se hizo un severo balance de la situación en 1987, que dio lugar a las primeras reflexiones sobre la construcción de una «segunda» Biblioteca Nacional en abril de 1988. El 14 de julio de 1988, el presidente François Mitterrand anunció «la construcción y el acondicionamiento de la biblioteca más grande y moderna del mundo». El anuncio sorprendió a todo el mundo y no dejaba claro si el proyecto afectaría a la Bibliothèque nationale. De hecho, se creó otra institución pública, la Bibliothèque de France, para llevar a cabo el proyecto de la «Gran Biblioteca», cuya planificación aún estaba por determinar: ¿cuál será su público y sus colecciones?
En agosto de 1989, el proyecto propuesto por Dominique Perrault, un joven arquitecto casi desconocido en aquel momento, fue seleccionado por François Mitterrand tras un concurso internacional. El 3 de enero de 1994, la Bibliothèque nationale y la Bibliothèque de France se convirtieron en la Bibliothèque nationale de France.
El nuevo sitio, bautizado con el nombre de François-Mitterrand, impresiona por su tamaño. En un terreno de 7,5 hectáreas, en el corazón del distrito 13, se alzan cuatro torres de 22 plantas cada una, que delimitan un jardín de 9000 m². El sitio ofrece más de 200 kilómetros lineales de depósitos. Alrededor de 4000 puestos se distribuyen entre la biblioteca pública, abierta a todos los lectores mayores de 16 años, inaugurada en diciembre de 1996, y la biblioteca de investigación, reservada a los investigadores, inaugurada en octubre de 1998. Esta arquitectura pasará a convertirse en la imagen misma de la Biblioteca.
Veinticinco años después, la historia continúa con la perspectiva de abrir un nuevo sitio de conservación y un Conservatorio Nacional de Prensa en Amiens.